lunes, 1 de agosto de 2011

...¡Es hora de superar una ruptura.


 Ante la ruptura de una pareja, tendemos a regodearnos en el dolor; ¿extrañamos a la otra persona o a quiénes éramos a su lado?

De todos los animales que posee el planeta Tierra, el ser humano es el único que tiende a autoflagelarse. Incluso las hienas, animales depredadores de mala fama, saben cuando retirarse o cuando frenar a fin de poder evitar un dolor o una mordida.

 ¿Alguna vez se preguntaron qué extrañamos de las personas que ya no están? ¿Qué es lo que nos duele de que ya no estén? ¿Qué es lo que nos cuesta superar de una relación que ha llegado a su fin?

 Lo que extrañamos de las otras personas no es su llegada, no es su presencia y tampoco su amor. Lo que sí verdaderamente echamos de menos es quién nos hacía ser esa persona.
 

Claro está que no siempre somos las mismas personas. Somos una persona para nuestra familia, tenemos otro comportamiento con nuestros amigos y otro para nuestra pareja. Y es precisamente allí donde se encuentra el gran punto en cuestión: el ser humano no extraña a personas, sino que se extraña a sí mismo.
¿Qué quiero decir con esto? Quiero decir que nos extrañamos felices, que nos extrañamos haciendo cosas que pensamos que nunca ibamos a hacer por alguien, que extrañamos hacer el ridículo, que extrañamos pensar de a dos, y que, en fin, extrañamos lo que la otra persona nos hacía ser y crecer.


Cuando nos enteramos de que una persona nos dejó 
por otra, que una ex pareja que seguimos amando se va a casar, o que una ex pareja volvió a armar su vida antes que nosotros, no nos duele su ausencia. No, no. Nos duele el saber lo que es capaz de hacer, de dar, de otorgar.

Nos duele porque tenemos memoria, porque sabemos como besa, sabemos las sorpresas que es capaz de darnos, sabemos lo maravilloso que puede hacer nuestros días, sabemos como son sus despertares, y hasta sabemos como practica el sexo.



Y tan masoquistas somos, que nos frenamos a pensar en todas esas cosas, pero cambiando nuestros recuerdos y poniéndole la cara de la nueva persona que acompaña a nuestra ex pareja. Lo que nos mata es el saber, el ser conscientes, el hecho de conocer todo lo que le está dando a otra persona.
Pero inclusive la hiena, un animal de bajo raciocinio, evita el dolor y huye ante la posibilidad de herirse. Y nosotros, que tenemos la posibilidad de vivir, olvidar, o simplemente recordar las cosas buenas, nos dedicamos a angustiarnos por todo lo que pasó, y peor aún, que pasa, pero en otra casa

 @valorate;

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